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Автор Висенте Алейсандре

Vicente Aleixandre

LA SELVA Y EL MAR

NO BUSQUES, NO

DESPUÉS DE LA MUERTE

NOCHE SINFÓNICA

UNIDAD EN ELLA

EL MAR LIGERO

SIN LUZ

MINA

VEN SIEMPRE, VEN

JUNIO

VIDA

MAÑANA NO VIVIRÉ

VEN, VEN TÚ

AURORA INSUMISA

PAISAJE

JUVENTUD

A TÍ, VIVA

ORILLAS DEL MAR

QUIERO SABER

CORAZÓN EN SUSPENSO

Elegías y Poemas elegíacos

A LA MUERTA

LA LUZ

HUMANA VOZ

CANCIÓN A UNA MUCHACHA MUERTA

TRISTEZA O PÁJARO

PLENITUD

CORAZÓN NEGRO

ETERNO SECRETO

LENTA HUMEDAD

LA VENTANA

LA DICHA

CADA COSA, CADA COSA

SOBRE LA MISMA TIERRA

EL FRÍO

SOY EL DESTINO

VERBENA

MAR EN LA TIERRA

LA LUNA ES UNA AUSENCIA

QUIERO PISAR

SÓLO MORIR DE DÍA

COBRA

QUE ASÍ INVADE

EL ESCARABAJO

CUERPO DE PIEDRA

NUBE FELIZ

HIJA DE LA MAR

LAS ÁGUILAS

LA NOCHE

SE QUERÍAN

TOTAL AMOR

HAY MÁS

EL DESNUDO

CERRADA PUERTA

LA MUERTE

APÉNDICE

TRIUNFO DEL AMOR

Vicente Aleixandre

La Destrucción O El Amor

LA SELVA Y EL MAR

Allá por las remotas

luces o aceros aún no usados,

tigres del tamaño del odio,

leones como un corazón hirsuto,

sangre como la tristeza aplacada,

se baten con la hiena amarilla que toma la forma del poniente insaciable.

Largas cadenas que surten de los lutos,

de lo que nunca existe,

atan el aire como una vena, como un grito, como un reloj que se para

cuando se estrangula algún cuello descuidado.

Oh la blancura súbita,

las orejas violáceas de unos ojos marchitos,

cuando las fieras muestran sus espadas o dientes

como latidos de un corazón que casi todo lo ignora,

menos el amor,

al descubierto en los cuellos allá donde la arteria golpea,

donde no se sabe si es el amor o el odio

lo que reluce en los blancos colmillos.

Acariciar la fosca melena

mientras se siente la poderosa garra en la tierra,

mientras las raíces de los árboles, temblorosas,

sienten las uñas profundas

como un amor que así invade.

Mirar esos ojos que sólo de noche fulgen,

donde todavía un cervatillo ya devorado

luce su diminuta imagen de oro nocturno,

un adiós que centellea de póstuma ternura.

El tigre, el león cazador, el elefante que en sus colmillos lleva algún suave collar,

la cobra que se parece al amor más ardiente,

el águila que acaricia a la roca como los sesos duros,

el pequeño escorpión que con sus pinzas sólo aspira a oprimir un instante la vida,

la menguada presencia de un cuerpo de hombre que jamás podrá ser confundido

[con una selva,

ese piso feliz por el que viborillas perspicaces hacen su nido en la axila del musgo;

mientras la pulcra coccinela

se evade de una hoja de magnolia sedosa…

Todo suena cuando el rumor del bosque siempre virgen

se levanta como dos alas de oro,

élitros, bronce o caracol rotundo,

frente a un mar que jamás confundirá sus espumas con las ramillas tiernas.

La espera sosegada,

esa esperanza siempre verde,

pájaro, paraíso, fasto de plumas no tocadas,

inventa los ramajes más altos,

donde los colmillos de música,