Читать онлайн «Грешная и святая»

Автор Джо Беверли

Jo Beverley

El Duque de Saint Raven

CAPITULO 1

Verano de 1816. Norte de Londres

El salteador de caminos observaba la carretera como si fuera una estatua iluminada por la luna llena. Controlaba su caballo sin hacer el menor esfuerzo, y cuando éste se revolvía y daba tirones con la cabeza, ni un tintineo rompía la quietud de la noche en el bosque.

Su ropa era oscura como las sombras, llevaba el rostro oculto por una máscara negra, y tenía la barba recortada y el bigote al estilo de Carlos I. Hubiese sido invisible a no ser por el manchón de la gran pluma blanca que adornaba su amplio sombrero de cavalier. Esa pluma era la firma de Le Corbeau, el audaz granuja francés que se hacía llamar el Cuervo, y que reivindicaba su derecho a esquilmar a los que viajaban de noche por las carreteras del norte de Londres.

Aunque no se veía a nadie más, el Cuervo no volaba solo. Tenía a sus hombres situados al norte y al sur para avisarle en caso de peligro, o de si se acercaba alguna presa. Él esperaba sus señales en total quietud, a excepción de su pluma agitada por la brisa.

Finalmente llegó desde el sur un ulular atípico de un búho. Se acercaba una víctima adecuada a sus necesidades. No era el carruaje de correos bien blindado, pero tampoco era una carreta o alguien sobre un caballo con la espalda ya combada, que dejaban muy pocas ganancias. Quienes venían desde el sur iban indefensos y merecía la pena el esfuerzo, pues enseguida estarían junto a él.

Se quedó escuchando hasta que oyó el rápido galope de los caballos. Con un agudo silbido, surgió de entre los árboles y se situó frente al carruaje. El asustado cochero tiró de las riendas. Al detenerse el carruaje, Tristán Tregallows, duque de San Raven, con el arma montada, dio órdenes a las dos personas que estaban en el vehículo, y pidió a sus dos compañeros que se mantuvieran de guardia cerca.

El corazón le latía con fuerza, de una manera inquietante y agradable a la vez. Tris pensó que era algo tan bueno como el sexo. Lástima que ésta fuese su primera y última noche en este juego.

– Monsieur, madame -dijo como saludo con una ligera inclinación de cabeza, y continuó la conversación con el acento francés del verdadero Corbeau:

– Pog favog, salgan del caguaje.

Mientras hablaba, examinó a sus víctimas lo mejor que pudo, pues el interior de la cabina estaba muy oscuro. Perfecto.

El terror o la amenaza de una apoplejía por parte de sus presas podrían haberlo hecho abandonar, pero en la mira de su pistola tenía a una pareja joven y elegante. La dama se acercó a su esquina del carruaje y más que asustada parecía furiosa. Su boca rígida y sus ojos claros expresaban que estaba indignada por el asalto.

– ¡Malditos tus ojos, carne de horca! -gruñó el hombre.

La voz le confirmó que era de buena cuna, lo cual era estupendo, ya que así no echaría en falta que le robara la mitad de su dinero.

– Eso está en manos del Bon Dieu y sus ministros, monsieur. Usted, por otra parte, se encuentra en las mías. ¡Salgan! Ya conocen mi reputación. Ni los voy a matar ni les voy a quitar todo, a menos que -Tris añadió como una ligera amenaza- continúen desobedeciéndome.